jueves, 22 de enero de 2009

Acá hay verano

Vivir el verano en Buenos Aires es una experiencia demasiado caldosa. ¿Habré tenido la suerte de irme la mayoría de los años? ¿Habrá pasado mucho tiempo desde el último verano y ya me olvidé? La cuestión es que, la haya pasado bien o mal en las vacaciones, siempre fue un corte. Volver, un renacimiento, aunque fuera durante ese solo día... Y además, siempre está esa parte previa de “preparación”, de “anhelo”. Siempre es divertido o intrigante la cocina de lo que va a ser, ya sea en pareja o con amigos… Siempre es algo nuevo. El impasse del año. Cuánto sale alquilar, qué ropa voy a poner en el bolso, por dónde vamos a caminar... Y, sobre todo, cómo me voy a llevar con quien me vaya… Hasta que, finalmente, la vacación llega. Generalmente el viaje de ida es muy esperanzador: casi todos remamos ese momento porque se vienen los días esperados durante todo el año. En cambio, en el viaje de vuelta, casi siempre se ven caras y ánimos muy buenos o muy malos, que son como un balance de lo que pasó. Y mientras escribo me surgen recuerdos aislados de distintas vacaciones, momentos apasionantes, días de pelea, ratos plácidos, mal humor, jolgorio, aburrimiento, novedades, repeticiones… De todo. También hay que saber elegir con quién va uno y adónde. Sobre todo con quién diría yo. Y además, rever cuánta expectativa de más o de menos se pone. Muchas veces es como una película que te comentan. Si te machacan el cerebro diciéndote que es la mejor de la década vas con una idea que casi seguro se te va a desmoronar porque nunca vas a poder alcanzar tan alto umbral. Si nadie te dice nada y vas sin esperanza alguna, muchas veces te parece excelente o, al menos, pasás un momento agradable. Lo mismo pasa con las vacaciones yo creo. Y también es diferente irse con alguien por primera vez que repetir. Si vamos con alguien repetido, por un lado, tenemos garantizado algo supuestamente que nos gustó –porque ya nos conocemos en instancia vacacional-, pero, por otro lado, estoy recordando en este momento la última Semana Santa que no sólo me sorprendió para bien sino que me fui con una nueva amiga, gracias a que nos "re-conocimos" esos cuatro días. Ahora bien, el tema complicado es cuando no hay planes de vacaciones. ¿Cómo se hace para soportar 37 grados a la sombra en medio del pavimento o el subte? ¿Las mismas voces y las mismas caras en el laburo? ¿Cómo se hace para seguir el año sin aumentar las contracturas? Definitivamente, creo que no es nada fácil quedarse, no cambiar de lugar. Un parate, aunque sea mínimo, es casi imprescindible.

1 comentario:

Old Fashioned dijo...

¿EL sol del mediodia te quema?