martes, 6 de diciembre de 2011

Mi chiquito

Vos, con esos rasgos perfectos, reservado (¿o tímido?) y a la vez desenfadado; tan sencillo y complicado a la vez, tan compinche, tan singular vos… me ayudaste a subir un escalón cuando yo no podía, cuánto me ayudaste a crecer cuando no me animaba. Y cuánto te reté y cuánto quise proteger tu ser vulnerable ¡¡y tan sensible!! (pero convencido y valiente). Tantas confesiones te escuché y tantas otras pude contarte. Tantos buenos y malos momentos vivimos en algo que emergió más tarde como maduro, y más sano. Tanto compartimos solos o en ese grupo tan fuerte y tan vigente. Tan incomparable. Tanto amor incondicional. Y vos, mi cómplice, te presté mi casa y mi camisa, y te di mi llave. Hasta tu taza tenías ahí. Pero nuestros caracteres, tan alocados a veces, nos separaron algunos años, y no supimos más el uno del otro… hasta que nos reencontramos esa madrugada en Parque Chas, cuando subí, como siempre ciega, a poner las monedas… Y me agarraste del brazo. ¿Vos manejando ahí? Me convertí en la chica que no paga boleto y que, orgullosa, se para detrás del chofer a hablarle y a escuchar las cosas que él dice, mientras los demás sólo oyen sin entender nada. Te vi atravesando la avenida Corrientes con seguridad arrolladora y admiré esa parte que no conocía de vos, que vos no te animabas a mostrar o que yo no me animaba a ver. Y nos reencontramos hasta en ideas políticas, cuando por fin nos animamos a balbucear nuestros pensamientos de los últimos tiempos… sin imaginar que pudiéramos coincidir… ¡¡tanto!! El ariano y la capricorniana atravesaron las distancias y, finalmente, volvieron a su esencia. Qué gusto me dio retomar nuestra amistad. Y saberte viajero, arriesgado, ávido de vivir experiencias fuera de lo convencional. Perseverante, seguiste corriendo y actuando. Y nosotros, a compartir, antes y ahora, incontables vivencias. Desde los inseparables post adolescentes de teatro, las fiestas, los juegos, los boliches y el campo hasta los jóvenes adultos canosos y arrugándose que sonríen al verse más comprometidos y responsables. Y la verdad, debo decirte: no entiendo, sinceramente, qué pasó. Qué paradoja, justo vos, aparecer así en “las noticias”. Por mi parte, sigo aturdida. No puedo parar. Pensamientos, imágenes que vienen y van, que van y vienen. Lloro y río, lloro y lloro. Hasta que me quedo como inerte, mirando a la nada. No sé cómo se sigue después de algo así. No puedo comprender, chiquito, cómo te pudo pasar. Y sigo sin entender. Pero, mi amor, mi pobre corazón… como dice la canción, ¡¡siempre SIEMPRE estarás en mí!!