lunes, 30 de marzo de 2009

Un amigo es…

Si hay algo que he aprendido a hacer en la vida es a hacer amigos… Ahora bien: no sé si aprendí a hacer que duren esas amistades (ese es otro cantar). A lo que voy es que en momentos de aislamiento, soledad o alejamiento (general o particular) casi siempre me di maña para encontrar a alguien más (¿pareja? no, no, estoy hablando de amigos). Y sin embargo, nadie reemplaza a nadie. Estos últimos tiempos cambiaron muchas cosas en el plano amistoso, pero también, otras vienen dejando huella para bien. Como tantas otras veces, el año pasado me alejé de un par de amigas, o se alejaron de mí, ya no sé. Pero después me pregunté… ¿eran amigas? No importa. Ahora no están para mí, ni yo para ellas. No sabemos qué pasará en el futuro. También sé que tengo que remar alguna relación complicada que anda dando vueltas por ahí, y que tengo que evaluar si le tiro la soga para que no nos alejemos de lo que teníamos (porque estoy en el camino de aprender a retener a la gente que vale la pena sin que vuelen como si no hubiéramos compartido nada, cuando en realidad compartimos cosas re grosas) o si no hacerlo, porque tampoco querría hacer durar relaciones nocivas para ambas partes. La cuestión es que, paralelamente, recuperé algunos amigos del pasado, y si no, logré al menos buenas migas con gente de otra época. No sé: me reencontré con “ex amigos” (¿existe esta categoría?). Y este verano tuve la habilidad de conocer una chica que creo que ya es mi amiga, y que es sin dudas una excelente persona (y que querría que permaneciera muchos años en mi vida). Por otro lado, fortalecí una relación que tengo la sensación de que ahora es un poco más profunda (después de haberme ido de vacaciones con ella). Por otra parte, y por esas casualidades o causalidades de la vida, dos de mis mejores amigas (yo diría… mis mejores dos amigas) están en España. Y digo que son “las mejores” porque tengo la seguridad, tengo la certeza interna de que en estos casos nada ni nadie podrá distanciarnos (por más que estemos a miles de kilómetros). Son amigas que a veces extraño mucho y que sé que son irreemplazables porque hay cosas que sólo podría compartir o hablar con ellas. Pero por “esas cosas que la vida me enseñó” creo que aprendí a manejar la distancia, y no desespero. Me quedo tranquila sabiendo que existe el teléfono, el skype, el msn y bla bla. Así, cada tanto, nos pegamos unos charlones eternos, porque hay mucha acumulación de temas, o quizás, sólo por escucharnos las voces, y hasta me encanta escucharlas al menos en mi contestador, y saber que están bien (o mal), pero que están ahí. Podría escribir páginas y páginas sobre mis amigos... Tengo tanto para decir… Se me vienen a la mente caras, peleas, distanciamientos, reencuentros, charlas de café, pool, vacaciones, campo, caminatas, miradas, lágrimas… ¿Qué sería de mí sin los buenos amigos? Un buen amigo no necesita más palabras.

viernes, 13 de marzo de 2009

Tampones a prueba de mujeres

Las mujeres en la publicidad dan asco. Se hinchan, engordan, se les reseca el pelo, se les engrasa, se arrugan, engordan, menstrúan con un dolor que las sorprende cruzando la calle o justo antes de salir, no les funcionan bien los intestinos. Las mujeres en la publicidad dan pena. Lavan pilas de platos en cocinas mugrientas llenas de grasa, luchan para que les brillen los azulejos y para que no huelan a lo que huelen sus inodoros, quieren medias y guardapolvos blanco tiza y sus hijos se revuelcan como bestias por el barro, se la pasan cocinando sopas, pastas y salsas fáciles. ¿Es que no hay lugar en la publicidad para las mujeres taradas? Claro que sí. Hay unas que ni son capaces de abrir tampones. Los tampones Days han puesto su mirada cubierta de algodón en las mujeres inútiles. O en la inutilidad que se atribuye a las mujeres: no sabe manejar, no sabe abrir un vino, no tiene fuerza para abrir un tarro de mermeladas, no te cambia una lamparita, no tiene pensamiento técnico, lógico, práctico, etcétera. En su campaña gráfica, se ofrecen unos tampones comunes y corrientes pero cuyos envases están provistos de un mecanismo especial que hace que la ceremonia de abrir sea a prueba de féminas. Disculpas a lectoras y lectores, pero mi condición de mujer me impide dar más precisiones técnicas de dicho mecanismo. La publicidad dice cómplice con nosotras: “Porque no le podés pedir a un hombre que te lo abra”. Gracias tampones Days, porque bromear sobre la propia inutilidad nos hará más femeninas y entonces más vulnerables y con eso conquistaremos el mundo, o sea los hombres tras los cuales van corriendo las chicas estilo Sex and the city haciéndose las liberadas porque llevan tampones. Algo es cierto, debe de ser difícil hacer una novedosa publicidad de este producto a esta altura que todas sabemos de qué se trata la cosa. Cuando recién aparecieron en el mercado era necesario explicar, hacer una especie de clase de educación sexual sobre uso y beneficios. Y entonces nos abrumaron con chicas en piscinas o chicas intrépidas dándose contra las olas. Porque ahora nos podíamos bañar con la regla. Pero ya hemos aprendido todo eso y entonces hasta que no saquen a la venta un tampón más barato o que avise cuándo hay que sacarlo, que absorba más que otros o que vibre, se hace difícil marcar una diferencia. Así es que esta publicidad no sólo se dirige a aquellas chicas con la neurona floja para abrir una lata sino a todas aquellas que se sienten avergonzadas de tener menstruación y de usar estos aparatitos. Porque el envoltorio, destaca la publicidad, no sólo es fácil sino atractivo. Vienen de varios colores para “que nadie se dé cuenta de lo que tenés en la cartera”. Son lindos, es linda siempre la variedad de colores. Para coleccionistas, para personas alegres, suman un punto. Pero hay que ser muy pero muy tarada, o tarado, si él es el que se mete a mirar la cartera de la dama, para no darse cuenta de que estos canutitos con punta de color son unos tampones de aquí a la China. Pobre las mujeres de la publicidad, a todos los problemas que ya tienen se les agrega ahora la necesidad de ocultar el producto que la publicidad les propone comprar. Pero, en fin, con el tiempo y la independencia que adquirirá abriendo ella misma sus tampones, tal vez encuentre un buen escondite para que nadie se entere de lo que le está pasando.

Por Graciela Zobame - Las 12 - 6/3/09