martes, 26 de enero de 2010
martes, 19 de enero de 2010
¿Los Pitufos ocultaban propaganda comunista?
2.- Los pitufos se refieren entre sí con el término "pitufo": Pitufo Filósofo, Pitufo Fortachón, Pitufo Bromista, etc... muy similar al termino "camarada" que usan los comunistas. Y de hecho, aunque hay unos pitufos que son de mayor utilidad a su sociedad (Genio, Granjero, Minero, Papá Pitufo, etc) y otros que aportan poco y nada (Gruñón, Perezoso, Tontín, Pitufina, etc) no hay sensación de que un pitufo se sienta más importante que otro a causa de su labor o nivel de habilidad.
3.- Todos los pitufos (o casi todos) se visten igual: pantalón blanco y gorra blanca, algo muy similar al traje Mao usado en la China Maoísta. El único pitufo que escapa de esta regla es el líder de la aldea: Papá Pitufo, quien viste pantalones y gorra rojos, el color por excelencia del comunismo.
4.- Si bien hay pitufos que representan distintos oficios (Genio, Granjero, Minero, Cocinero, etc) se escapa un pequeño detalle... no hay un Pitufo Sacerdote. La sociedad de los pitufos es atea, al más puro estilo del Marxismo. Solamente existen las "verdaderas" fuerzas de la naturaleza, las cuales son representadas por Madre Naturaleza y Padre Tiempo, quienes son vistos por los pitufos como amigos, no como deidades.
5.- Papá Pitufo tiene una abundante barba, la que recuerda mucho a Karl Marx, inventor del marxismo. Y ni hablar de sus ropas rojas ni de su capacidad de liderazgo, similar a la de Lenin.
6.- Pitufo Fortachón (el de los tatuajes en el brazo) representa al soldado/obrero marxista ideal: es capaz de dar la vida por su pueblo, siempre anda amenazando a los que desobedecen a Papá Pitufo, y mantiene a raya a los que tratan de pensar por su cuenta. Cuando Fortachón realiza una labor que le encomienda Papá Pitufo, lo hace lealmente, sin cuestionarse las consecuencias.
7.- Pitufo Genio (el de los pantalones con tirantes y el lápiz en la oreja) representa al típico trabajador del proletariado marxista: Es constructor, inventor e ingeniero, y recibe la misma cantidad de crédito que cualquier otro pitufo, sin que él se queje.
8.- Pitufo Filósofo (el de los anteojos) parecería ser un personaje inspirado en León Trotsky: es el único pitufo que cuestiona lo que hacen sus camaradas (tal como Trotsky cuestionaba al comunismo que él ayudó a instaurar), siempre busca estar a la altura de Papá Pitufo (tal como Trotsky siempre buscó estar a la altura de Lenin), tiene una tendencia megalomaníaca a obedecerse a sí mismo (tal como Trotsky) y en muchos episodios era arrojado fuera de la aldea cuando decía una cosa desatinada (tal como Trotsky fue exiliado de la URSS y asesinado en México).
9.- Gargamel (el principal villano de esta historia) representa al capitalismo: es tacaño y mezquino con su gato Azrael (y más tarde, con su aprendiz Escrúpulos). Siempre tiene dos obsesiones: comerse a los Pitufos (tal como el capitalismo siempre ha querido devorar al comunismo), o bien, convertir estas criaturitas en oro (lo que siempre ha buscado la sociedad capitalista: buscar la gratificación y bienestar personal por sobre la colectiva). Azrael representa al obrero capitalista: siempre arriesga la vida por su amo y no tiene posesiones en la casa donde vive con Gargamel.
10.- Los Pequeños Pitufos (Tristón, Travieso, Natural y más tarde, Sasette) representan a la juventud soviética que se vio influenciada por la Glasnost y la Perestroika: ellos se visten con ropas diferentes y son más activos y alegres que sus mayores.
PD: Debido a estas especulaciones hay gente angloparlante que, a modo de broma, asegura que la palabra "smurf" (Pitufo, en inglés) es el acrónimo de "Socialist Men Under Red Father" (Hombres socialistas bajo un padre rojo).
miércoles, 13 de enero de 2010
I me mine
Yo trabajo en un lugar gubernamental donde, si no fuera por, digamos, tres o cuatro rescatables, a veces creo que estoy rodeada de “individualistas”. Baste contar algunos ejemplos de la vida cotidiana.
Insólitamente, uno de los temas “complicados” es el papel higiénico. Paso a contar: el personal de limpieza deja en el baño, periódicamente, un paquete de seis rollos. Y sin embargo, no siempre es fácil encontrar papel higiénico en tiempo y forma. ¿Por qué? Hay diversos motivos: por un lado, una compañera decidió que cada vez que llegue un “pack” lo mejor sería dejar uno en el baño, y el resto, esconderlo ¡fuera del baño!, supongo que para que los inocentes de limpieza dejen más y nosotros acumulemos más y más y más. Por otro lado, en la cajonera (del baño) otra compañera esconde SU rollo (personal) dentro de una bolsa, bolsa que además está firmada con su propio nombre (casi todos sus objetos de la oficina están firmados con su nombre). O sea: no ose usted usar ni dos laminitas del rollo de SU pertenencia. Conclusión: si estás en el trono y se terminó el papel que dejó la amable compañera que esconde los cinco rollos restantes no sabemos dónde te quedás en bolas (y con el culo sucio).
Pero el individualismo empezó a desarrollarse bastante antes en esta oficina. Cuando no venía el personal de limpieza tan seguido, uno de nosotros iba al super y hacía LA compra general, la que pagábamos todos por igual. Ya que íbamos, incluíamos cosas imprescindibles, necesarias para muchos (papel higiénico, rollo de cocina para compartir en el almuerzo, café, yeba, etc.) así como también, algunas cosillas sólo para algunos (café instantáneo, mayonesa, edulcorante, aceite de oliva, galletitas, etc.). A veces uno pagaba de más, otras veces, de menos. Yo no tomo mate pero sí consumo edulcorante. Y así… Conclusión: siempre se equiparaban las cosas.
Pero un día, una de las autistas dijo: “yo no me sumo más a la compra, vayan pero no me incluyan, gracias” (como queriendo decir: “compren y gasten como quieran, yo compro mis cosas, el resto, no me interesa”). Sí: yo diría que ese fue el puntapié inicial del individualismo en este lugar. A las pocas semanas dejamos de ir al super (la mayoría se fue sumando a la política de: “yo también compro mis cosas”). Hoy, cada uno tiene (y usa) sus cosas. É decir: algunos utópicos todavía compramos el rollo de cocina y lo dejamos “en el armario compartido” para que se use a piacere. Pero hay las iniciadoras del individualismo JAMÁS osarían sacar ni medio papelito del rollo de cocina. Ellas tienen SUS servilletas, SU azúcar, SU café. Si les pedís algo son tan buenas que te prestan pero en sus putas vidas se rebajarían a pedirte nada porque -en sus cabecitas- eso significaría quedar en deuda con vos.
El individualismo se ha extendido también a los usos y costumbres. Digámoslo sin rodeos: yo no tomo mate, el resto sí. Pero hace tiempo que veo que cada uno tiene su matecito, su yerbita, su equipito propio. Ya ni pinta esto de la ceremonia típica, ni siquiera entre dos (que para mí viene a ser lo único interesante que conlleva esta infusión –mil perdones a los materos-).
Así también, cada uno parece tener SU LUGAR en la heladera de la oficina (un pequeño espacio que no se comparte). Además, estas dos compañeras iniciadoras del "yo-yo" ¿alquilaron? las dos sillas contiguas a la ventana cuando nos sentamos a comer. Y guay del que ose sentarse en ¿SUS? lugares.
Hablando de “hora del almuerzo” no dejemos de nombrar a la pareja que vive/duerme/trabaja codo a codo de lunes a lunes. Cumplen (laboralmente) la misma función en la oficina, se sienta uno pegadito al otro, y si bien son acá de los que más ganan, son asimismo los que más despotrican (siempre por lo bajo, por supuesto). Ellos ni siquiera se sientan a almorzar con el resto. Come cada uno frente a su computadora (tampoco hablan el uno con el otro en esos momentos). Durante el período de ingesta continúan con sus ojos frente a sus monitores. Y luego, con sus tareas. Hasta que, como todos los días, termina su horario, se retiran -como siempre– al hogar, y otra vez igual. Si los demás alguna vez decidimos ir a comer afuera a festejar algún cumpleaños, navidad o el día del mosquito, ellos no vienen ni por error, al principio aducían temas monetarios, ahora ya ni les preguntamos.
Pero en verdad son varias las personas acá que, frente a festejos que exceden a esta oficina (organizados por este gran organismo), primero se mofan, luego dicen: “no voy”, antes de terminar de escuchar de qué se trata. Cada uno tiene su auricular, y a veces es difícil la simple comunicación. Eso sí, para decirle algo al compañero con quien sí nos llevamos bien, no queda otra que el msn.
A todo esto, la mayoría, los últimos cinco o siete años, hemos logrado lo que nunca antes: pasar a estar en blanco, aumentos de sueldos (esto fue un continuado ininterrumpido los últimos dos años), estabilidad laboral, etc. Y sin embargo, los que más se quejan son, paradójicamente los más beneficiados, los que más ganan.
Si durante las elecciones les toca el simple deber cívico de ser autoridad de mesa, jamás lo cumplirían (“mirá si voy a perder todo un domingo con semejante pelotudez”), a cambio, esperan el oro y el moro de sus “presidentes-padres”. Nunca están conformes con lo que tienen, aunque ahora sea mucho mejor que hace 10, 15 o 20 años… Pero si, por ejemplo, se decide pintar las oficinas dicen: “¡Ves!, ya no saben en qué gastar la plata”, ahora bien: si no hay planes de pintar, entonces, siguen rumiando pero con alguna frase como ésta: “¡Y claro! ¿No ves que este gobierno nunca hace nada?”.