lunes, 12 de abril de 2010

La presidenta sexy (por Juan Carlos Volnovich, psicoanalista)

En el momento de jurar como Presidenta de los argentinos, Cristina anticipó que, seguramente, a ella le iba a resultar más trabajosa su función por el hecho de ser mujer. No pudo avizorar, entonces, hasta qué punto la iba a convertirse en una misión imposible. No sólo por su condición de mujer, No por victimizarse detrás de una identidad devaluada, sino por ser mujer a su manera. Mujer sin atenuantes que ejerce sin atenuantes el Poder. Hay en eso algo más que una cuestión de estilo. “Mujer sexy en el máximo poder de la Nación” es un problema de estructura. Y tal pareciera ser que esa característica despierta un plus de odio. Se vuelve insoportable. De modo tal que esa ira visceral no se explica sólo como reacción a una política equivocada o respuesta indignada por la desilusión o la defraudación, no se agota en las razones.
Lo insoportable se funda en la evidencia de una mujer sexuada que ejerce el Poder sin disimulo: que no apela a los estereotipos maternales que pudieran dulcificar su gestión. En ella, ese amor hacia los hijos no se vuelve virtud pública. Cristina renuncia a una abnegación que bien pudiera aligerarla y, así, tomar distancia de un modelo Bachelet o de un modelo Ángela Merkel, tan protectoras, ellas; tan maternales, tan trajecito sastre, tan antídoto contra la lujuria. Lejos de instalarse en el camino de una reina madre, de una reina virgen, elude ese otro prejuicio patriarcal que supone a las mujeres tontas pero sabias para la intriga y, sobre todo, expertas en el usufructo vicario del poder masculino. No es una Isabelita, ni tampoco una Evita, gorrión del General, que vive sólo para él y por él y que, llegado el caso, renuncia a los honores pero no a su puesto de lucha. Cristina no es una Hillary Clinton frustrada en el momento de dar el gran salto. Tampoco una Margaret Tatcher o una Golda Meier virilizadas por la función y administrando el poder de la misma manera que pudiera hacerlo un hombre.
Cristina es una mujer sexualmente atractiva, que tiene hijos y tiene marido. (No un príncipe consorte ni un padrino protector). Y, además, ejerce el Poder Supremo de la Nación y no elude, no seduce, no apela a las “malas artes” femeninas, no se refugia detrás de los varones poderosos y, para colmo, levanta el dedo como Lenin. Ella ejerce el Poder y nos hace saber en cada momento quién es la que manda mientras genera como respuesta ese interrogante airado de “¿Pero quién se cree que es?” Y no se trata de una creencia ni de un problema ontológico. Ella no es pero sabe muy bien que está en el ejercicio de la Presidencia de la Nación y… nos lo recuerda.
De modo tal que no son los enemigos los que cuentan. Después de todo ¿qué político no tiene enemigos, adversarios, contrincantes? Pero esa ira irracional que le hace perder la compostura a la gente “bien”, ese exceso de indignación, ese “no me la banco”, “no lo soporto”, “la detesto”, viene de otra parte. Ese plus de odio habita en aquellos que se sienten agraviados,testigos involuntarios de valores mancillados. Son las consecuencias, inevitables, de una estructura patriarcal resentida en sus cimientos cuando una mujer sexy, no madre, no puta, no macho, nada tonta, se ubica en la punta de una pirámide jerárquica.

Por: Dr. Juan Carlos Volnovich (Médico, estudiante de Psicología. Desde el comienzo de su actividad profesional -1964- se dedicó al psicoanálisis de niños. Formado en el Instituto de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina, renunció en 1971, integrando el Grupo Plataforma. Desde 1964 hasta 1971 fue médico concurrente del Departamento de Niños del Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús. Durante los años de la dictadura militar en la Argentina -1976-1983- trabajó en el Servicio de Psiquiatría del Hospital Pediátrico "William Soler" en La Habana, Cuba. Colaboró con numerosos organismos de Derechos Humanos en Argentina y en el exterior, especialmente con Abuelas de Plaza de Mayo. En la actualidad investiga la relación del psicoanálisis con las teorías feministas)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que este señor confunde "sexy" con "frívola". Uno se pregunta, si esta mujer ( la Presidente) pierde tanto tiempo en sus extensiones, maquillaje, cambio de ropa ( nunca repite un modelo) , carteras , etc. ¿Cuándo tiene tiempo para gobernar en serio por sí misma? ¿Qué mujer independiente es que ahora refleja la voluntad de su marido y olvida sus peopias opiniones de cuando era Senadora?

Radiotransporte dijo...

Muy buen enfoque el de Volnovich. Esto explica el odio visceral que expresa alguna gente supuestamente culta y seria contra la presidenta, y que en rigor es difícil de explicar, salvo en análisis como el que acabo de leer. Muy bueno. Por eso las críticas a loscambios de ropa, extensiones, etc de gente "bien". Críticas que nunca escucharemos de gente de clase baja.

Anónimo dijo...

Frívolo es enfocarse en las carteras y las ropas que viste una presidente.

Cuánto tiempo tiene para manejar cuestiones de estado? Es en serio la pregunta?

No creo que sea ella quien elije la ropa y mucho menos que pierda tiempo cosiendosé un "conjuntito". Para ello un/una presidente tiene ayudas que lo hacen por el/ella para no quitarle tiempo en frivolidades.

Machismo al 100% es lo que hay detrás de observaciones tan vacias como "nunca usa el mismo modelo dos veces" (ojo! Se puede ser mujer y ser machista. Ese prejuicio (ignorante como todos los prejuicios) no es patrimonio exclusivo del género másculino.