
Lo insoportable se funda en la evidencia de una mujer sexuada que ejerce el Poder sin disimulo: que no apela a los estereotipos maternales que pudieran dulcificar su gestión. En ella, ese amor hacia los hijos no se vuelve virtud pública. Cristina renuncia a una abnegación que bien pudiera aligerarla y, así, tomar distancia de un modelo Bachelet o de un modelo Ángela Merkel, tan protectoras, ellas; tan maternales, tan trajecito sastre, tan antídoto contra la lujuria. Lejos de instalarse en el camino de una reina madre, de una reina virgen, elude ese otro prejuicio patriarcal que supone a las mujeres tontas pero sabias para la intriga y, sobre todo, expertas en el usufructo vicario del poder masculino. No es una Isabelita, ni tampoco una Evita, gorrión del General, que vive sólo para él y por él y que, llegado el caso, renuncia a los honores pero no a su puesto de lucha. Cristina no es una Hillary Clinton frustrada en el momento de dar el gran salto. Tampoco una Margaret Tatcher o una Golda Meier virilizadas por la función y administrando el poder de la misma manera que pudiera hacerlo un hombre.
Cristina es una mujer sexualmente atractiva, que tiene hijos y tiene marido. (No un príncipe consorte ni un padrino protector). Y, además, ejerce el Poder Supremo de la Nación y no elude, no seduce, no apela a las “malas artes” femeninas, no se refugia detrás de los varones poderosos y, para colmo, levanta el dedo como Lenin. Ella ejerce el Poder y nos hace saber en cada momento quién es la que manda mientras genera como respuesta ese interrogante airado de “¿Pero quién se cree que es?” Y no se trata de una creencia ni de un problema ontológico. Ella no es pero sabe muy bien que está en el ejercicio de la Presidencia de la Nación y… nos lo recuerda.
De modo tal que no son los enemigos los que cuentan. Después de todo ¿qué político no tiene enemigos, adversarios, contrincantes? Pero esa ira irracional que le hace perder la compostura a la gente “bien”, ese exceso de indignación, ese “no me la banco”, “no lo soporto”, “la detesto”, viene de otra parte. Ese plus de odio habita en aquellos que se sienten agraviados,testigos involuntarios de valores mancillados. Son las consecuencias, inevitables, de una estructura patriarcal resentida en sus cimientos cuando una mujer sexy, no madre, no puta, no macho, nada tonta, se ubica en la punta de una pirámide jerárquica.
3 comentarios:
Yo creo que este señor confunde "sexy" con "frívola". Uno se pregunta, si esta mujer ( la Presidente) pierde tanto tiempo en sus extensiones, maquillaje, cambio de ropa ( nunca repite un modelo) , carteras , etc. ¿Cuándo tiene tiempo para gobernar en serio por sí misma? ¿Qué mujer independiente es que ahora refleja la voluntad de su marido y olvida sus peopias opiniones de cuando era Senadora?
Muy buen enfoque el de Volnovich. Esto explica el odio visceral que expresa alguna gente supuestamente culta y seria contra la presidenta, y que en rigor es difícil de explicar, salvo en análisis como el que acabo de leer. Muy bueno. Por eso las críticas a loscambios de ropa, extensiones, etc de gente "bien". Críticas que nunca escucharemos de gente de clase baja.
Frívolo es enfocarse en las carteras y las ropas que viste una presidente.
Cuánto tiempo tiene para manejar cuestiones de estado? Es en serio la pregunta?
No creo que sea ella quien elije la ropa y mucho menos que pierda tiempo cosiendosé un "conjuntito". Para ello un/una presidente tiene ayudas que lo hacen por el/ella para no quitarle tiempo en frivolidades.
Machismo al 100% es lo que hay detrás de observaciones tan vacias como "nunca usa el mismo modelo dos veces" (ojo! Se puede ser mujer y ser machista. Ese prejuicio (ignorante como todos los prejuicios) no es patrimonio exclusivo del género másculino.
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