En Malvinas hubo un pseudoreferendum con isleños yendo a emitir su voto, acompañados por
perros y cochecitos de bebé, muchos de ellos embanderados con la insignia británica. La
consulta tuvo un 92 por ciento de asistencia, con 1518 votos sobre un padrón de
1672 votantes, con un respaldo prácticamente absoluto al actual status político
de las islas. Los habitantes de Malvinas votaron en un 98,8 por ciento a favor
de seguir siendo parte del territorio inglés de ultramar.
Ahora bien, el señalamiento extendido es que no
se puede hablar de autodeterminación cuando se trata de una población
implantada, y que hay más de 40 resoluciones de Naciones Unidas llamando a los
gobiernos de Gran Bretaña y Argentina al diálogo como único camino para
resolver el diferendo por la soberanía.
Desde Londres, la embajadora argentina
Alicia Castro dijo: “Son británicos.
Respetamos su modo de vida, respetamos que quieran seguir siendo británicos,
pero el territorio en el que habitan no lo es” y recordó que la consulta no
tiene “ningún valor legal” y “no ha sido convocada ni supervisada por las
Naciones Unidas; es un referéndum entre habitantes británicos, convocado por
británicos, para que digan si quieren que el territorio donde viven sea
británico.”
Recordemos también que en las Falkland Islands, al gobernador lo
elige la reina de Gran Bretaña y los kelpers
no tienen derecho a la autodeterminación.
Si hay trabas para el contacto comercial
entre el continente y las Islas Malvinas, éstas son el producto de la política
británica. “Lo paradójico del caso es que
son los propios dirigentes isleños los que se imponen una suerte de
autobloqueo. Prefieren importar productos frescos desde Europa antes que
adquirirlos en el territorio continental argentino”, advirtió Marcelo
Kohen, profesor de Derecho Internacional en el Instituto de Altos Estudios
Internacionales y del Desarrollo de Ginebra y reconocido especialista jurídico
en la Cuestión
Malvinas.
La reciente consulta, impulsada por el
gobierno de David Cameron, buscó que los isleños ratificaran que quieren seguir
conservando la nacionalidad británica, pero la iniciativa –repitamos- no tiene
ningún sustento legal ya que se contradice con la Resolución de Naciones
Unidas que estableció en 1965 que las islas son un territorio sujeto a descolonización.
Es por eso que dicho organismo, por ejemplo, no envió ningún observador a la
votación ni tampoco la organizó, ya que entiende que no se trata de libre
determinación.
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